1.10.09

D'ençà que vas marxar




D'ençà que vas marxar les teulades aguanten les pluges que deixares.
I els camins dels bojos ressegueixen els deliris que marcares.
Ja no hi ha petjades, ni més entenedores són les seves cares.

No vas prometre tornar i no hi ha ombra ni sol.
No hi ha poesia llegida que argumenti el consol.
No vas prometre tornar i aquí et presentes quan vols.

D'ençà que vas marxar cauen ganivetades,
així com la pluja que aguanten les teulades.
Ja no hi ha dolor, però sí és terrible l’esllavissada.

16.6.09

Per la meva amiga Anna

No es que ens agradrés los Planetas, ens agradava la cançó! T'enyoru molt!


12.6.09

La otra Historia

Este nuevo cuento va para todos los que me leéis y que algún día se os cruzó una espina en el corazón y os bajáiste casi llorando del autobús creyendo que existía Macondo en la fantasía de un mundo que ya no gira alrededor de la ilusión.

Fue en las escaleras donde te vi por última vez, en esas escaleras que odiabas por ser grises, estrechas y largas de alcanzar. Tenías veintinueve años, sólo veintinueve. Y allí me dejaste con un libro repleto de lecturas ajenas y la palabra Historia en tu boca.

Dicen que enfermé de pasiones, que escapé de la tortura que representó tener un amor que iba en moto por Barcelona aferrado a los sueños de otros. Dicen que tuve cáncer al tragar pastillas de caramelo sin azúcar que provocan insomnio agudo si no las tomas de acuerdo con tu razón y tu ciencia, que sangré dos veces lo que sangra un niño por la nariz, que me emborraché de ti, sólo de ti y logré hablarle a los osos de las estrellas.

Murió de pena, de pena ¿sabes? El sentido de la responsabilidad se murió de pena, porque no existe eso que llaman libertad. Así fue como te marchaste y pasaste a otra Historia, porque la importancia del vivir en algo que te atrapa es como perderse en la ciénaga de Macondo y tú en las escaleras me lo hiciste enteder.

No escribas esto, me dijiste, no lo escribas en tus recuerdos. Sal y atrapa el viento de aquel norte que perdiste en tu infancia. Loca no fue tu descripción pero en algo se aproximaba. Y así empezó el fin de nuestro amor, con el abandono, que fue más amor en su final que en su comienzo, porque fue un hasta luego corazón.

Y te pitaron los oídos de la desazón y lloraste mucho por mí, o por ti, o por nadie. Pero lloraste. ¿Te acuerdas del hombre-pan que tenía chocolates en sus piernas?En tu mejilla aparecía el rojo color carne que odiaban los estúpidos entendidos del gusto. ¿Te acuerdas de cómo se sonreía? No. Por eso en las escaleras dijiste acabaremos por fin en otra Historia.

Ya no sentí más amor por ti, sólo abandono, abandono. Y pienso en la hija que no he tenido, que tiene veintinueve años y lee a Babeuf y piensa que la justicia es para los imbéciles.

La determinación de tu sombra no sigue aquí en mi mente, lo que sigue es el ruido de las nueces que se tocan, el olor a pescado y lejía en mis manos. Tu pelo, tus ojos, tu aire, esa fue mi otra Historia. La que siempre no se olvida, ni se paga, ni se inventa, sólo se escribe.

18.5.09

Benedetti












Para alguien que ya residió en este blog en su comienzo, al que jamás podré despedir pero sí recordar. Gracias Mario, por escribir poesías como ésta:

Hagamos un trato

Cuando sientas tu herida sangrar
cuando sientas tu voz sollozar
cuenta conmigo

(de una canción de Carlos Puebla)

Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo

Mario Benedetti

Dentro de Poemas de otros (1974)

21.4.09

A los que se quedaron conmigo


A ti, que nunca me dejaste atrás,

Los años de infortunio, los terribles desayunos con azúcares mundanos, el atardecer sin un ápice de lluvia. ¿Esperabas escribir un regreso? Jamás.-habías dicho y todos te creímos. Hasta el más tonto se podía haber creído semejante estupidez. Pero ¿y qué?

Condenamos a las gentes que nos abandonan sin remedio, que un día giran la espalda y siguen durmiendo tranquilos. Y encima los añoramos, porque echamos de menos el ruido que hacían con la boca o aquel trozo de mirada que te agudizaba los sentimientos. O las frases de: ¡no te escapes! Y sin embargo, fueron ellos que no quisieron verte más.

Sí. Tristeza es lo que abunda en estos parajes de insomnio inpenetrable. Cuando tú duermes, alguien debe pensar en ti dormido. Aunque qué más da si estás dormido y sueñas que alguien piensa en ti durmiendo. Eso no justifica que se marcharan, que te marcharas.

Siempre los condenamos porque los quisimos mucho. Y nadie retroalimenta tanto como el que te dejó en la estacada por el simple hecho de verte en la estacada. Debe ser agotador perseguir al que te persigue y rondar las noches sin luz con una linterna apagada.

Porque quiero decir lo que digo... A los que se quedaron conmigo...Porque digo lo que digo si en el rumbo de la vida estamos con ese jamás que nos prometieron y... sin embargo... el ¡no te escapes! se convirtió en olvido.

24.3.09

No se puede existir sin leer a Flaubert...


No cabe más duda, debo rendir culto a Gustave, porque los cuentos no fueron nada comparado con su Madame Bovary...

...los discursos exagerados que ocultan afectos mediocres; como si la plenitud del alma no se desbordara a veces por las metáforas más vacías, puesto que nadie puede jamás dar la exacta medida de sus necesidades, ni de sus conceptos, ni de sus dolores, y la palabra humana es como un caldero cascado en el que tocamos melodías para hacer bailar a los osos, cuando quisiéramos conmover a las estrellas.


Seguiremos tocando melodías para hacer bailar a los osos, aunque nuestro destino hayan sido las estrellas...

16.2.09

Para la luna fundida



Que nos guie un poco a todos...

13.1.09

Ley de continuidad original


Un hombre sorbe el café helado que le han servido hace media hora. Sin darse cuenta ha empezado a llorar y según le preguntan dice que le ha abandonado la dulce Fortuna. Los clientes del Bar no entienden nada. Sigue hablando de Artemisa y de aquellos Dioses que fundaron Templos y de los que hoy apenas quedan ruinas olvidadas. Después ese mismo hombre se vuelve un loco de remate.

Dicen que tiene quarenta y cinco años, que se ha pasado más de veinte años luchando por causas perdidas. Que jamás nadie le ha amado. O que la luz de sus ojos no es natural. Toma café frío para devolverle el calor a esos labios rojos.

Un día entra y pide un gintonic. Susurra en latín, como bien hacía su amigo Buendía, o eso dice él. Repite Sit Tibi Terra Levis y luego calla. Ahora combina los gintonic con los cafés enfríados por el tiempo que pasa mirando por la ventana.

La siguiente semana entra gritando NECIOS, NECIOS, NO HABÉIS ENTENDIDO NADA. Pero ya nadie le escucha, nadie le ve, ni le observa. Excepto yo, que escribo está crónica para mí y para los míos. Se sienta y canta algo parecido a un tango. Entonces descubre mi posición y me mira.

Sólo necesita dos segundos para venir a mi mesa y sentarse frente a mí. Coge una servilleta y escribe ley de continuidad original. Me lo entrega. Yo le miró y él me sonríe. Dice: tú tampoco entendiste nada. Hay algo que falta, algo que falta.-repite sin parar.-eso que falta es parte de la inagotabilidad del Tiempo y del Espacio. Somos, existimos y fíjate, acabamos siendo nada, precisamente, NADA. Y que miedo me dio cuando dijo el último Nada, porque en sus ojos se abrieron paso las tinieblas.

Volví al Bar, pero el hombre ya no apareció más. A mi alrededor todos bebían, hablaban de banalidades y las asperazas se secaban al sol de sus rostros. Yo llevaba aquella servilleta rídicula, la de la ley de continuidad original. Entonces empecé a escribir sobre ella. Inventé su significado hasta que llevé más de cien páginas. Se lo entregué a mi editor y me lo lanzó a la cara al día siguiente. Dijo: esto no es nada. Y yo le contesté: tú tampoco entendiste nada y empecé a murmurar en latín y a tomar café helados en un bar, dónde alguien escribía una crónica sobre mí.