Para los del chaleco verde que pasan inadvertidos...
Las doce menos treinta minutos.
O las once y media. Habrá que esperar unas cuantas horas para ser, de nuevo, ciudadanos del mundo. Alienación. Eso es lo primero que pienso, lo que respiro y hasta la saciedad de mi último aliento piensa que estoy perdiendo tiempo en ganarlo.Ocho y cuarto. Se ficha correctamente. Las escaleras rojas, la moqueta polvorienta, las cubetas de ocho y diez cajas verdes, grises, azules, marrones. No hay libros, no hay cultura, no hay sinceridad. Todo está lleno de nostalgias. Son sólo eso, nostalgias y están pintadas de esos cuentos infantiles que leíamos a los cinco años, y están rodeadas de esa nada acusadora, acusadora del pasado que nos trae recuerdos de aquellos libros que solíamos leer. Nostalgias de lo que aún no hemos visto escrito y quizás no veamos jamás.
Me dices: tiene que ser algo, eso significa algo, no sé qué ni cómo voy a inventar cuatro letras, pero algo debe de ser. Fundación; como cuando se fundó Macondo ( no sé si lo recuerdan ). No; como cuando uno ya no resiste las ganas de llorar y de correr y dice que no, que no es más que negar la existencia de la no negación por la lucha, es decir No, porque sabemos lo que somos sin negar lo evidente. Alienada; por el trabajo que se desarrolla en total abstracción de las conciencias ajenas, no hemos venido aquí para pensar, vinimos para sobrevivir, para sobrevivir a las mentiras y crear la felicidad a base de nuestros pensamientos, pero no para ellos, sino para nosotros. Y finalmente, por el Capital; porque casi está acabando con los terribles deseos de existir, es lo que necesitamos pero no de este modo, así no lo queremos.
Entonces, nos queda la risa, la burla y la precipitación de vivir como si fuéramos dueños de nuestras horas.
Entonces, nos quedan los libros, sólo los buenos o los que no quemamos en nuestra hogueras imaginarias. Sólo aquellos que colocamos en lo rutinario, con movimientos casi estudiados, aquellos que nos inspiran lo más íntimo de nuestro pasado. Los demás que se los quede el panel de actualidad.
Entonces, también nos quedan las orillas de la amistad. Nuestra gente, nuestra fundación social, nuestra entrega a los demás, eso y nada más.
Las tres y media. Una puerta te indica que te vayas. Si no te contrato es porqué jamás contemplé esa posibilidad.
Nací para el Capital y así seguirá siendo sino hay nadie que me lo impida.
No más. ¿A qué estamos esperando?
Las doce menos treinta minutos.
O las once y media. Habrá que esperar unas cuantas horas para ser, de nuevo, ciudadanos del mundo. Alienación. Eso es lo primero que pienso, lo que respiro y hasta la saciedad de mi último aliento piensa que estoy perdiendo tiempo en ganarlo.Ocho y cuarto. Se ficha correctamente. Las escaleras rojas, la moqueta polvorienta, las cubetas de ocho y diez cajas verdes, grises, azules, marrones. No hay libros, no hay cultura, no hay sinceridad. Todo está lleno de nostalgias. Son sólo eso, nostalgias y están pintadas de esos cuentos infantiles que leíamos a los cinco años, y están rodeadas de esa nada acusadora, acusadora del pasado que nos trae recuerdos de aquellos libros que solíamos leer. Nostalgias de lo que aún no hemos visto escrito y quizás no veamos jamás.
Me dices: tiene que ser algo, eso significa algo, no sé qué ni cómo voy a inventar cuatro letras, pero algo debe de ser. Fundación; como cuando se fundó Macondo ( no sé si lo recuerdan ). No; como cuando uno ya no resiste las ganas de llorar y de correr y dice que no, que no es más que negar la existencia de la no negación por la lucha, es decir No, porque sabemos lo que somos sin negar lo evidente. Alienada; por el trabajo que se desarrolla en total abstracción de las conciencias ajenas, no hemos venido aquí para pensar, vinimos para sobrevivir, para sobrevivir a las mentiras y crear la felicidad a base de nuestros pensamientos, pero no para ellos, sino para nosotros. Y finalmente, por el Capital; porque casi está acabando con los terribles deseos de existir, es lo que necesitamos pero no de este modo, así no lo queremos.
Entonces, nos queda la risa, la burla y la precipitación de vivir como si fuéramos dueños de nuestras horas.
Entonces, nos quedan los libros, sólo los buenos o los que no quemamos en nuestra hogueras imaginarias. Sólo aquellos que colocamos en lo rutinario, con movimientos casi estudiados, aquellos que nos inspiran lo más íntimo de nuestro pasado. Los demás que se los quede el panel de actualidad.
Entonces, también nos quedan las orillas de la amistad. Nuestra gente, nuestra fundación social, nuestra entrega a los demás, eso y nada más.
Las tres y media. Una puerta te indica que te vayas. Si no te contrato es porqué jamás contemplé esa posibilidad.
Nací para el Capital y así seguirá siendo sino hay nadie que me lo impida.
No más. ¿A qué estamos esperando?