4.6.08

El Congreso

Aún soñaba en enmiendas y en barricadas. ¿Había logrado su próposito? ¿Había sido capaz de defenderse del olvido y la inmunda estupidez de vivir a cien mil metros del suelo? No. Acabado el descenso, él no podía decir que estuviera satisfecho.

<<Lo he perdido todo, mi gente, mi bandera, mi esperanza>>, pero era un fatalista y le gustaba serlo. Le gustaba poder afirmar que hay una historia en ese relato que escribe vete a saber quién y él aparece en el disgusto, en los ocuros lindes de la desazón.

No. Si os hablo de él no es por compasión, ni siquiera por entendimiento, no logro estar de acuerdo jamás con sus posiciones, pero hay algo que me atrae, hay algo que sé que debo estar con él, que debo escucharlo. Su nostalgia, quizás, encamina mi pensamiento a creer que aún es posible la conciencia, la reflexión. No, no estoy con él y sin embargo sigo echando de menos que grite, que grite algo parecido a la rabia.

Ahora dice que va a renunciar a seguir anclando en tonterías. Y yo le condeno a que siga obviando la realidad, ya no sé de dónde soy ni a dónde voy, pero no voy a seguir ese camino, el camino del Congreso, el camino de la decepción y de la pérdida.

Que sigan los engaños... pues ellos como mínimo cumplen su palabra.