28.1.08

El amor en el mundo de allá fuera


Escuchándote.

Es como si no existiera el mundo allá fuera. Como un zumbido donde las palabras se traviesan una a una por miles de emociones que se disparan en tu cabeza. Tratas de convecerme de cualquier banalidad, del número pi y sus contradicciones con los triángulos, de que el fuego no calienta cuando debe calentar, del pelo suelto o de las últimas modas del año de la catapún. Son cosas que casi ni se piensan pero yo siempre las contemplo, como una obsesa de lo que sucede a mi alrededor y nunca se me dice. ¿Acaso no es simple curiosidad? Nací en una familia que tiene orejas en todas las paredes y en todos los rincones de la imaginación de los demás. Sabemos, a veces, de qué pie cojean los cojos de pensamientos.

Sé que me miras cuando no te estoy mirando y encuentro tus ojos en los míos como aullidos de lobo en un anochecer cualquiera. Es como si no existiera el mundo...allá fuera. Los demás están siguiendo perdidos un camino que no han elegido por voluntad, lo han seguido a la fuerza. ¡Imagínate! Haberte ido a una isla de soledades a encontrar la soledad completa y renunciar a todo por esa soledad. O haberte quedado en unas habitaciones que no eran tuyas, consumiendo lo único que sabías esperar, la esperanza. Por mucho que cerremos las puertas del pasado hay que pensar que el ahora, si lo hay, se arrimó a la ilusión.

Escuchándote...
Así estaría minutos de minutos de horas enteras de sus años advenedizos. Sin el mundo de allá fuera, porque si te encontré en el camino de los perdidos fue por el amor, que no la soledad, y el amor no se ve a través de cristales, no se ve detrás de la barrera de las vías de los trenes, ni en la luna llena, ni en los sueños nocturnos en la almohada. No, Amor, el amor se ve a través del otro. Sí, Salinas está en lo cierto. Si llegó a nosotros, que llegue, por favor, al mundo de allá fuera.

Por el bien de toda la humanidad, que se quieran como nosotros.

11.1.08

El poeta Manolo


Háblame en la hora calma de la media noche
Háblame para que no se duerman mis sentidos, háblame
De lejanas tierras donde el único dios sea el sol
Donde se vive al rumor de las hojas del sicómoro mecidas de brisa y calor.
Cuéntame fracasos, vida, rumbos de pintores locos
Háblame de la calima de las noches
Cuando tu amante de amantes huyó
De Cartago a las puertas de Roma, de la Sevilla mora
De claveles de revolución
De las vueltas que da la tuerca,
De los amores que son prisión.