15.8.06
Cuando hay que partir
Nada. No nos ha dado nada, ni siquiera el recuerdo de habernos acercado a la sociedad. Así es y fue para algunos estudiantes de cualquier Universidad de la area metropolitana de Barcelona.
Debería callarme y no decir lo que pienso por que no duden de mi criterio, para que no me acusen de poco sentido de la responsabilidad. Lo entiendo. Sé del cierto que el pésame del desastre o de la desilusión se lleva por dentro y a veces ya no se puede más, no se quiere poder más y hay que partir.
Gabriel García Márquez (en adelante sólo Gabriel) aceptó estudiar Derecho como bien quería su padre, aunque su único deseo era ser escritor, quizás, desde los cuatro años. La Universidad, os juro, no le abrió la puerta a nada. Ni siquiera su país, ni su literatura loca, en un principio. Debió sufrir y sufrió. ¿Acaso es el único?
Aún así, a muchos, el desamparo, o quizás el destierro, nos empujó al refugio literario. A creer en palabras superpuestas y mal sonantes. A ser más independientes al dolor sangrante o a cosernos con la gente que nos arropaba. Sólo y para la supervivencia, supimos que los poetas escribían de nuestras vidas porqué nos conocían...
...desde siempre:
Como contrapartida
al te quiero largo compartido
nos abordan
la tormenta, la noche y la despedida
herramientas necesarias también del arriero,
engranaje o contrafuerte de la plenitud.
Y lo único que lamento
es dudar de mi acierto en la conciliación
del ideal y posicionamiento
con la procura material
de mi sustento.
Camarada Maquinista.
Espero que el Camarada Maquinista escriba más poesías para este blog. Como otros poetas más, escondidos o enfadados o silenciados. O simplemente, alocados.
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