31.12.06

El día de las narices

Tras años de supeditación a la costumbre y tradición, se abre la posibilidad escondida de hacer normal la irrealidad. No quiero, sin embargo, descuidar lo que nos hace sencillamente divertidos, pues la crítica antinavideña ya la hice antaño.

Mi hermano todos los fines de año me recuerda que es el día de las narices y el de los orejones. Tantos días del año quedan, tantas narices y tantas orejas. Supongo que no me cansaré nunca de oirle decir eso, señal de que sigue tan feliz como desde el primer momento en que lo conocí.


Cuando uno deja de hacerse cruces por todos y tachadas en los escritos o borrones en las cuentas se llega a la conclusión que está empezando a descansar, que se ha quitado algo pesado. Sólo ligera, según Celaya. No quisiera alargarme en este último escrito dosmilseisero...


Quisiera dejaros una última poesía del camarada Maquinista la cual publico sin su permiso, espero que no se me enfade. Que disfruten el día de las narices con mucho cariño, porque siempre hay alguien que te recuerda por qué vives el primero, los trescientos y pico días o el último día del año...

La vida me trajo a ti:

Qué bien que superase
las desilusiones,
¡Cómo celebro ahora
los adioses y los noes!
y me asombro al sentir
que los sinsabores de ayer
los recuerdo casi como leche y miel
y me río de mí
porque lo conseguí,
la vida me trajo a ti.

22.11.06

El nuevo











EL NUEVO

Viene contento
el nuevo
la sonrisa juntándole los labios
el lápizfaber virgen y agresivo
el duro traje azul
de los domingos

Decente
un muchachito.
Cada vez que se sienta
piensa en las rodilleras
murmura sí señor
se olvida
de sí mismo.
Agacha la cabeza
escribe sin borrones
escribe escribe
hasta
las siete menos cinco.
Sólo entonces
suspira
y es un lindo suspiro
de modorra feliz
de cansancio tranquilo.

Claro
uno ya lo sabe
se agacha demasiado
dentro de veinte años
quizá
de veinticinco
no podrá enderezarse
ni será
el mismo
tendrá unos pantalones
mugrientos y cilíndricos
y un dolor en la espalda
siempre en su sitio.
No dirá
sí señor
dirá viejo podrido
rezará palabrotas
despacito
y dos veces al año
pensará
convencido
sin creer su nostalgia
ni culpar al destino
que todo
todo ha sido
demasiado
sencillo.


De poemas de la oficina, su autor es Mario Benedetti (1953-1956).

29.10.06

De nuevo Gabriel














La vida que murmura. La vida abierta.
La vida sonriente y siempre inquieta.
La vida que huye volviendo la cabeza,
tentadora o quizá, sólo niña traviesa.
La vida sin más. La vida ciega
que quiere ser vivida sin mayores consecuencias,
sin hacer aspavientos, sin históricas histerias, sin dolores trascendentes ni alegrías triunfales,
ligera, sólo ligera, sencillamente bella
o lo que así solemos llamar en la tierra.


Su nombre completo era Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta, lo cual le permitió firmar sus obras como Rafael Múgica, Juan Leceta o Gabriel Celaya.

Recordarán otros versos de él en mi blog, Gabriel Celaya decía que la poesía era un arma cargada de futuro. Nos sirve, nos homenajea y nos detiene las ansias de llorar. Esta poesía va dedicada a los que se autodestierran y hacen una bandera de ello . No hay necesidad de aspavientos, ni históricas histerias. Sólo ligera, sólo ligera...

21.9.06

Existencia



Eran las nueve menos veinte. Un grupo de hombres y mujeres iban a subirse a un autocar viejo, cargado de años que le habían pasado en vano. Tres de ellos me miraron y en ellos vi a Pedro. ¿Cuantos años habían pasado?

Siempre pensé que algún día lo vería dando un discurso. Sus palabras tendrían algo que ver con los recuerdos infantiles. Pero nada, ya no le quedaría nada de aquel entonces. Temo pensar que se murió allí, enterrado bajo miles de millones de ahogos y tristezas, de puñaladas, de desesperaciones...

Me cuesta creer que Aureliano no supiera que no iba a morir cuando lo iban a fusilar. Tuvo que quedarse paralizado, pensando en las guerras civiles, pensando que quizás el hablar no había ayudado, sólo había abierto brechas de diferencia. Y es tan parecido a los miles de fusilados que han caído y caen. Y no hablo de guerras.

Por él, debo hablar de gente que ya no sueña, que tiene el sueño cansado de espaldas pudriéndose de estiércol laboral. Tengo que hablar de los que mienten para ir al baño y pasar cinco minutos durmiendo en silencio. O lograr entender al que tapa el reloj con el trapo de fregar el puesto de trabajo.

Pero claro está, hay una espécimen rondando en el ambiente, queriendo destruir lo único que tenemos que es la consciencia, que no sabe que es el horror de no querer entrar, de no querer entrar en la fábrica, ni siquiera sabe que es una fábrica.

¿Va a ser así siempre la Existencia? ¿Vamos a cambiar algo? No. Seguiremos dando por el culo a la gente, la pisotearemos y la amargaremos los pocos oxígenos que les queden. No es nada personal, sólo es destrucción masiva. Sólo es egocentrismo, pataletas de bebe, de soledad, de tristeza, de estupidez...

Algo sé de aquel que conocí. Se llamaba Pedro, tenía dos hijos y leía a Machado porque se reconocía en él. Escribía poesías para Amelia, tan llenas de torpezas, tan cursis, tan y tan cursis. Pero se levantaba cada día a las seis y en la radio del coche oía decir que el mundo cambiaría, que cambiaría en las reuniones, que cambiaría en los diarios, en los libros...

No se es intelectual por haberse leído cuatro libros. Tampoco se existe siendo un espécimen. Pero no queremos ser intelectuales, queremos vivir, queremos existir, queremos ser lo que somos porque apenas si nos dejan decir quien somos. Estamos tocando el fondo...

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Por cierto, me debes ocho euros de una vez que te pagué una entrada a una discoteca. No hables tanto y devuelvémelos.

31.8.06

El lugar



Andamos perdidos, lo reconozco. Sueño, a veces, con alguien que se aleja, se va, se marcha, se esfuma. No sé quién es y tampoco me importa. Lejos de seguirle sólo pienso que debo haberme equivocado. ¿Podemos saberlo? ¿Intuirlo?

Cada lugar del que vengo se parece al que dejo atrás. No puedo decir más.

Mi Camarada lo explica a su manera, yo sólo le comprendo.

MACONDO EXISTES


Parapeto del equivocado,
trinchera donde andar confuso
sin considerarse esto un lujo
ni licencia del ingenuo.

Que macondo exista no determina,
para los que dormimos en él,
las circunstancias,
pero toda ciudad tiene esquinas,
y son abismos sus vueltas
de anonimos mundos por descubrir.

Aunque no te lo diga me suena tu cara
en lo que has dicho
te he reconocido paisano
no serà dificil que coincidamos
en una ilusión, un cafe o
un puño alzado.

Esto no equivale, no confundamos,
al estatus de provinciano,
que se nos ve venir de lejos, es cierto,
que tildamos cierto orgullo,
tambien lo es.
sucede en cada estación y en cada puerto
que en nuestro trajin perfilamos,
pero somos profugos y desterrados,
huidos del páramo, espacio oficial y
legitimo,
torno de hombres acríticos.

Para los que dormimos en él
no determina,
cicatriza y despeja
como el agua marina.



Camarada Maquinista.

15.8.06

Cuando hay que partir










Nada. No nos ha dado nada, ni siquiera el recuerdo de habernos acercado a la sociedad. Así es y fue para algunos estudiantes de cualquier Universidad de la area metropolitana de Barcelona.

Debería callarme y no decir lo que pienso por que no duden de mi criterio, para que no me acusen de poco sentido de la responsabilidad. Lo entiendo. Sé del cierto que el pésame del desastre o de la desilusión se lleva por dentro y a veces ya no se puede más, no se quiere poder más y hay que partir.

Gabriel García Márquez (en adelante sólo Gabriel) aceptó estudiar Derecho como bien quería su padre, aunque su único deseo era ser escritor, quizás, desde los cuatro años. La Universidad, os juro, no le abrió la puerta a nada. Ni siquiera su país, ni su literatura loca, en un principio. Debió sufrir y sufrió. ¿Acaso es el único?

Aún así, a muchos, el desamparo, o quizás el destierro, nos empujó al refugio literario. A creer en palabras superpuestas y mal sonantes. A ser más independientes al dolor sangrante o a cosernos con la gente que nos arropaba. Sólo y para la supervivencia, supimos que los poetas escribían de nuestras vidas porqué nos conocían...

...desde siempre:

Como contrapartida
al te quiero largo compartido
nos abordan
la tormenta, la noche y la despedida
herramientas necesarias también del arriero,
engranaje o contrafuerte de la plenitud.
Y lo único que lamento
es dudar de mi acierto en la conciliación
del ideal y posicionamiento
con la procura material
de mi sustento.

Camarada Maquinista.


Espero que el Camarada Maquinista escriba más poesías para este blog. Como otros poetas más, escondidos o enfadados o silenciados. O simplemente, alocados.

28.7.06

Si Macondo existiera...


Si Fermina Daza hubiera decidido amar a Florentino Ariza o en vez de décadas de diluvios y falsos recuerdos sólo hubiera existido la desazón, no habría empezado a escribir en este blog.

De hecho, me creo con derecho a crear un espacio para el oxígeno, como bien diría alguien a quien respeto mucho. Es más, espero que él sea el primero que me entienda y colabore en ello.

Es la proposición que abro, que dejo y que subscribo.

Porque si Macondo existiera, los amores contrariados y los sonámbulos de insomnios infinitos serían formas de entender el mundo.

Espero que otros y otras se unan.